Cocinar es una delicia. Pero seamos sinceros, cuando toca hacerlo a las 5 de la mañana o tarde en la noche porque hay que llevar el almuerzo al trabajo o preparárselo al esposo o a los hijos, deja de ser tan divertido.

Tomamos lo que está a la mano y preparamos por lo general recetas que sabemos que nos quedan bien y nos sabemos de memoria.

Se vuelve un proceso casi automático y la creatividad se convierte en ese ingrediente que siempre se agota.

Yo he pasado por eso y era una de las razones por las que mi impulso de comienzo de año de preparar mi almuerzo todos los días, se iba disminuyendo en cuestión de un mes.

Un día, se me ocurrió ensayar algo bastante obvio pero no se imaginan cómo simplificó todo.

Después de hacer mi mercado semanal, en lugar de guardarlo en la nevera y listo, desempaqué cada verdura, fruta y proteína que compré y las dejé casi listas para su consumo guardadas en recipientes de vidrio o de plástico.

Lo que hago por lo general es lavar la lechuga, espinacas y otras hojas, escurrirlas, secarlas y guardarlas en un contenedor grande. Así cuando quieran preparar una ensalada, es solo sacarlas del recipiente y mezclarla con otras cosas que ya tienen listas como las verduras o las frutas.

Con verduras como la zanahoria, las habichuelas, el brócoli y el coliflor, hago lo mismo. Los lavo, los corto en cuadritos o los separo en gajos y los guardo en bolsas ziploc o recipientes. No lo hago con las verduras que se oxidan o se "negreen" como la berenjena o el aguacate.

Las frutas pequeñas las dejo lavadas y escurridas, las más grandes como el melón, la papaya, la piña y la sandía o patilla, la porciono en cuadritos y me queda lista para consumirla cuando quiera.

Con el pescado, el pollo y la carne, igual. La guardo por porciones en bolsas plásticas, las pongo en el congelador y así solo tengo que descongelar el número de porciones que voy a usar y conservo las otras en perfecto estado.

Como dije en un principio, es un consejo que puede resultar muy obvio pero que se practica con frecuencia.

El día que empiecen a hacerlo, descubrirán lo fácil y sobre todo lo creativo que puede volver a ser el acto de cocinar.

Te tomas 1 ó 2 horas de un día pero te ahorras muchos minutos todos los días.